lunes, 21 de noviembre de 2011
Por las cumbres de la Barranca (Sin visibilidad, sin GPS, sin sentido común)
El pronóstico meteorológico era tajante: el sábado 19 de noviembre iba a hacer un tiempo de perros.
No obstante, Pablo y yo, enloquecidos –él por llevar encerrado semanas debido a una lesión en la espalda y un servidor por el último extracto de la tarjeta tras la compra de mi nuevo material -, decidimos subir al monte.
Entre La Barranca y la fuente de la Campanilla, el tiempo nos permitía cierta comodidad. No llovía y el frío no era excesivo. La niebla y la indefinición de los primeros metros el camino nos dificultó un poco enfilar el sendero del arroyo. (Pero “matorraling” el justo, Jesús no estaba).
Pablo tenía ganas de ver esa preciosa subida al collado del Pluviómetro…y con las ganas se quedó porque la visibilidad se reducía a poco más de 20 metros.
Ya en el collado del Pluviómetro o del Piornal, (o de la catedral de Burgos porque no veía un carajo), tuvimos la conversación más surrealista (léase "gilipollas") que se podía tener en esas circunstancias:
-Tendría que haber traído el GPS.
-Ah, pues yo contaba con ello.
-Pero, Dani ¿tú no conocías el camino?
-Sí, pero sin niebla.
Afortunadamente, nuestro instinto de supervivencia nos devolvió el sentido común: sacamos mapa y brújula, recordamos ese lugar mil veces visto y aprendimos a seguir hitos y huellas en Braille.
Junto a la Maliciosa, nos resguardamos un poco de la ventisca y probamos el único bocado de toda la ruta. Gracias al dedo escaso de nieve pudimos volver siguiendo huellas propias y ajenas.
Por intuición localizamos el pluviómetro, lo que nos orientó hacia la subida a la Bola del Mundo. Y por una vez, la cima que da nombre al grupo no nos engañó con su falsa proximidad…no la vimos hasta tocar la valla.
La ventisca era fuerte pero "limpia" -al no hacer demasiado frío, no lanzaba partículas heladas-. Seguíamos tirando de memoria e intuición. La cafetería de Guarramillas no se identificaba desde la pista, pero la alcanzamos para poder reequiparnos con impermeables y guantes secos.
Localizado este punto de referencia, contamos sobre el mapa las curvas de la pista hasta situar el desvío a las Cabrillas y a la senda de la Tubería. Los hitos estaban bien puestos, especialmente el que indicaba el giro hacia la suave y segura senda (no estaba el tema para crestear).
Con la tranquilidad de tener la vuelta garantizada por un terreno cómodo, pudimos darnos cuenta que el viento, la niebla y el agua acumulada en la vegetación nos estaba calando hasta la ropa interior.
Como desde el mirador de la Barranca no había nada que mirar (ni el propio mirador) tiramos por la pista hasta el desvío de la senda Ortiz. La indicación de dicho desvío se veía como siempre…mal, porque al funcionario de turno no se le ha ocurrido pensar que los caminos se hacen en dos direcciones.
Los últimos tramos sobre pista hasta el coche ni sufríamos ni padecíamos, la clave era no parar.
Conclusiones:
1º- El cuerpo de Pablo, poco a poco, vuelve a ponerse a punto. Miedo me da.
2º- Mis primeras semirrígidas, las Bestard Crossover, son estupendas en pedregales resbaladizos. Los pantalones Trango con Windstopper protegen muy bien y la mochila Millet es muy cómoda…pese a no ser naranjas.
3º- Goyo, además de ser muy majo, es muy listo… porque, al ver desde su confortable casa que jarreaba en Cercedilla, pasó de tomarse unas cañas con un par de descerebrados.
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