Con la esperanza de que los apenas dos días de nevada hubieran sido suficientes para tapizar de blanco las partes altas de la sierra, nos pusimos en camino, con madrugón de por medio, Maranta, Paco, Dani, Corz y un servidor hacia el puerto de Cotos. Una vez allí y visto que en las laderas de Peñalara predominaba de forma abrumadora el marrón sobre el blanco, decidimos encaminarnos hacia la siempre sombreada y congelada ladera norte de Cabezas de Hierro.
De Cabezas de Hierro |
Para no repetir por enésima vez el tubo central, en esta ocasión optamos por variar un poco y probar la subida por el tubo que se encuentra al otro lado del pulmón izquierdo y que, según las guías, presenta una inclinación y longitud similares al central. Después de un pequeño despiste en la aproximación normal a los tubos que nos obligó a practicar un poco de “matorraling”, por fin alcanzamos la parte alta del arroyo que cae desde las laderas de Cabezas, donde pudimos comprobar que los escasos 20 cm de nieve polvo no nos iban a poner las cosas precisamente cómodas. Más aun si a eso le sumamos una hermosa pedrera con sus respectivos huecos ocultos y un rosario de placas de hielo que ya no nos abandonarían hasta la cumbre.
De Cabezas de Hierro |
Tras un echar un breve vistazo a los amantes del hielo congregados en las cascadas del tubo central, alcanzamos la estrecha entrada de nuestro tubo, cuya mayor inclinación la encontramos en el primer tramo y hacia la parte media.
Con una buena capa de nieve dura spongo que debe ser al menos tan entretenido como el central aunque, el hecho de ser más abierto, le resta algo de espectacularidad. En nuestro caso, nos dio más o menos lo mismo porque, como ya he comentado, las pésimas condiciones de la nieve lo convirtieron en un auténtico incordio que no mejoró mucho hasta la misma salida. A partir de aquí, la acción del viento y el sol habían dejado unas hermosas placas de nieve dura que nos hicieron algo más llevaderas las últimas rampas hasta el cambio de vertiente.
De Cabezas de Hierro |
Una vez en la cima, dimos cuenta de un tranquilo tentempié al solecito y emprendimos la bajada por el Pr27 hacia el arroyo de las Cerradillas y vuelta a Cotos, donde nos encontramos con la acostumbrada concentración de aficionados del trineo, las bolas de nieve y el domingueo en general.
Por suerte la pequeña decepción que supuso sacar de paseo los piolets para que disfrutaran del paisaje, se vio de sobra compensada con las reincorporaciones de Paco y Corz a la actividad del grupo y, como no podía ser de otra manera, con una sustanciosa merienda a base de cerveza, torreznos y boquerones en el pueblo de Navacerrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario