lunes, 9 de enero de 2012

El chuletón de las Milaneras

No recuerdo ya cuando fue la primera vez que oí en alguna de las salidas del grupo la posibilidad, o más bien la imperiosa necesidad, de hacer una ruta gastronómica que nos permitiera disfrutar de un buen paseo por la montaña y una mejor comilona para recuperar fuerzas (a parte de nuestras visitas a la Taberna Manolo)

De Milaneras


Después de mil y un intentos y sus correspondientes anulaciones, nos juntamos este fin de semana en Cantocochino un pequeño pero selecto grupo de comilones a los que, por lo que se ve, los recientes excesos navideños no han conseguido mermar las tragaderas en lo más mínimo.
Pero antes de nada había que hacer hambre y para eso nada mejor que una buena vuelta por la Pedriza. En esta ocasión elegimos subir hasta el Cancho Centeno por la senda de la Mina para bajar de nuevo a Cantocochino por el entretenido camino de las Milaneras y Collado Cabrón. Tras el pateadísimo camino hasta la Charca verde, enfilamos la subida de la mina entre pinos, sudores y resuellos que nos sirvieron para comprobar los devastadores efectos de las navidades en nuestra forma física, a lo que había que sumar un completo catálogo de enfermedades y lesiones, algunas propias de estas fechas y otras, por desgracia, propias de la edad. Solo entre los siete asistentes nos repartimos unas anginas, lumbalgias, lesiones de rodilla, un pinzamiento lumbar y algún catarro que otro. En definitiva, nada que no se pueda superar con una sudada y un buen trozo de carne.

De Milaneras


Después de subir, bajar, saltar y destrepar, a la altura de Collado Cabrón se produjo ese curioso fenómeno de final de ruta que consiste en que cualquier conversación que surja gira en torno a dos únicos temas: comida y cerveza, así que, con más hambre que vergüenza, aceleramos el paso y nos plantamos en los coches justo para no convertir la comida en merienda-cena.

De Milaneras

Por suerte contábamos con la inestimable experiencia en estas lides gastronómicas de Goyo Silvia y Eva que nos condujeron hasta La Maya , en Cercedilla, donde por un precio más que razonable, pudimos dar rienda suelta a nuestros más ancestrales instintos carnívoros. Todo un descubrimiento que habrá que apuntar en la agenda.



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