Habida cuenta que las pruebas en cuestión se iban a celebrar en menos de cinco días vista, Pablo había propuesto una sesión de entrenamiento que reprodujera lo más fielmente posible las condiciones que le iban a exigir, a saber: mochila bien cargadita (10 Kg mínimo, sin contar avituallamiento líquido ni sólido) y ruta de 15 Km y 1500m de desnivel a realizar en un tiempo no superior a 4 horas y media..., lo que se dice un paseo no demasiado tranquilito, vamos.
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Así pues, allá que nos presentamos los tres con el ánimo a tope en la Barranca, donde ya se congregaban numerosos andarines, ciclistas y corredores de a pie. Empezamos a andar a las 9:00 con intención de subir a la Maliciosa por la famosa senda del arroyo de las Tijerillas, uno de los tramos de la sierra madrileña con mayor desnivel concentrado en poca distancia (aproximadamente algo menos de 900 m en unos 3 Km). Tras juguetear un poco con los arbustos (al más puro estilo de Jesús, dicho sea de paso) dimos al fin con la senda buena de subida y no tardamos en romper a sudar la gota gorda, como tocinos puestos al sol, al encarar las rampitas más suculentas del Tijerillas (sí, ésas que tantas buenas historias han dejado en nuestro recuerdo). Huelga decir que cuando llegamos arriba empapados en sudor ya teníamos las piernas bien maduritas y que Pablo empezaba a arrepentirse de su gran idea de cargar la mochila a reventar con todos los cacharros de escalada que pudo encontrar.
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Bien, la Maliciosa aún tendría que esperar un poco, pues en vez de subir directamente desde donde nos encontrábamos la idea era la de dar una pequeña vueltecilla para incrementar el kilometraje y el desnivel de la ruta. De manera que allá que tiramos hacia el collado del Piornal para subir después a Bola del Mundo, bajar al collado de las Guarramillas y subir de nuevo al cerro de Valdemartín. A pesar de que en la cuerda corría un vientecillo fresco y agradable, cada subida suponía romper de nuevo a sudar a base de bien. A partir de aquí giramos hacia el sur recorriendo la Loma de Valdemartín haciendo slalom con los piornos y bajamos más trastabillando que trotando hasta el PR-18 que discurre junto al joven Manzanares, el cual venía bien surtido de los ya escasos neveros que aún sobreviven milagrosamente en el Ventisquero de la Condesa.
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Cruzamos el río un poco antes de llegar al puente de los Manchegos y enfilamos todo directo para arriba por una serpenteante senda que sube directamente al collado de las Vacas. Tras una brevísima parada para tomar algo sólido enfilamos la endiablada, interminable y cien veces maldita subida por el PR-16 que va a la cima de la Maliciosa (sí, lo sé, admito que siento una cierta animosidad personal hacia este tramo en particular, el cual siempre se me atraganta tanto de subida como de bajada). En fin, que tras penar lo nuestro conseguimos pasito a pasito llegar arriba del todo de la Maliciosa y contemplar el paisaje acompañados de la acostumbrada y nutrida variedad de personajes de toda condición que suben hasta allí.
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Un xaludote
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