Hola, amigos, ¿qué tal?
Como no hay dos sin tres, hemos vuelto a acercarnos a Pirineos aprovechando que aún los días no se han reducido demasiado. El otoño se acerca. En esta ocasión Jesús, Araceli, Fernando y el que escribe nos hemos acercado al valle de Ansó para hacer dos rutas de lo más interesantes por una de las mayores zonas kársticas de Europa. Es increíble disfrutar de tales paisajes calizos en pleno Pirineo hoscense.
En toda esta zona repartida entre Navarra, Huesca y Francia no encontraréis grandes picos de tres mil metros ni los escarpados barrancos de Picos de Europa. No, aquí los valles son más suaves y amplios y cobijan frondosas "selvas" de pino negro y hayas, rodeados de modestas aunque impresionantes cimas esculpidas en la roca caliza por el agua a lo largo de eones. Pequeños picos de dos mil y pocos metros, pero con intensas subidas que arrancan profundos resuellos y dejan las piernas bien tocadas. Eso sí, con unas vistas de los alrededores que son todo un regalo para el alma viajera y amante de la naturaleza.
El primer dia dejamos el refugio de Linza bien temprano para acercarnos con el coche a la estación de esquí de Arlettes-Piedra de San Martín en la frontera con Francia en el valle del Roncal. Nuestro objetivo, el Pic d'Anie (y cuantos se nos pusieran a tiro siempre y cuando las tormentas pronosticadas para ese dia nos lo permitiesen). Al final la cosa se dio mejor de lo esperado: nos libramos por los pelos de mojarnos y cayeron el pequeño Arlás (por partida doble, a la ida y a la vuelta), el Anie (por supuesto), el Pic d'Countende (impresionante) y el Pic d'SoumCouy, todas ellas subidas cortas pero muy intensas. Por el camino atravesamos un paisaje kárstico tremendo, de apariencia completamente lunar, terriblemente accidentado y fracturado y con gran cantidad de fisuras y agujeros repartidos por doquier. Tan desolado que impresiona y conmueve a cada paso. Una ruta no demasiado difícil, aunque sí bastante rompe piernas con tanto sube y baja y, ante todo, tremendamente entretenida.
El segundo día tenía que ser más tranquilo porque luego tendríamos que regresar a Madrid. No obstante la ruta resultó algo más dura de lo esperado, no por el terreno en sí, sino más bien por las secuelas que arrastramos de la celebración de la ruta del día anterior (qué peligro tiene el que tengan grifo de cerveza en el refugio, una inagotable provisión de ella y además jarras de medio litro...). Así y todo nos las apañamos para madrugar y llegar a duras penas (olé qué subidas más majas tienen los picos de la zona) hasta la cima del Mallo de Acherito saliendo desde el mismo refugio de Linza por el llamado paso del Caballo. La vuelta por las Foyas del Ingeniero nos regaló la vista con unos paisajes maravillosos.
Esta vez las palabras se quedan cortas para describirlo todo y dejaré que sean las imágenes las que hablen por sí solas y narren lo que aconteció durante la travesía en ambas rutas. Espero que las disfrutéis. Hasta pronto, amigos.
Un xaludote
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