Desnivel: 1000m aprox.
Distancia: 19.3 km
Dificultad: Moderada
Tipo de ruta: circular
Finalizada la temporada de setas y de oníricos paisajes otoñales, que mejor forma de volver a la realidad que a base de una contundente y dura ración de granito del Guadarrama. Para ello, nada mejor que volver a los laberintos de la Pedriza, donde siempre hay un hueco, una trepada, un sendero o un extravío por el que hace tiempo que no se transita.
Pero, para que el paso del sueño a la realidad no fuera tan brusco decidimos tomarlo de soslayo, entrando por la puerta de atrás y como quien no quiere la cosa. Así que elegimos la senda de los Gavilanes que transcurre practicamente por el límite en el que la Pedriza pierde su nombre para convertirse en la Sierra del Francés.
Nuestro camino comienza en el inevitable aparcamiento de Canto Cochino donde, Irene, David S., David B., Paco, Jesús, Jose y un servidor nos reunimos bien temprano para espavilarnos con las gélidas temperaturas de la mañana. Comenzando por al archiconocida senda que transcurre por la orilla izquierda del Manzanares, alcanzamos la Charca Verde desde la que se toma otra senda hasta toparse con el arroyo de los Hoyos de la Sierra, que hay que cruzar justo en el punto en el que se une con el Manzanares, con cuidado de no pasarse pues, de otro modo, subiríamos por la senda de la Mina.
Desde el puente de los franceses ya solo queda ir cortando la pista de las zetas por una senda bien marcada mientras se disfruta de las impresionantes vistas del pajarito, la cuerda de las Milaneras y tres cestos sin dejar de visitar el tejo centenario y el arrollo del Chivato, en el que aprovechamos para hacer una paradita, picar algo y darle un poco a la fotografía conceptual.
La senda propiamente dicha comienza en la siguiente curva de la pista, cruzando a la vertiente derecha del arrollo y siguiendo los hitos que sin demasiada complicación, van ganando altura y dejan el bosque para dar paso al piorno, el enebro y la solana de un caluroso día de otoño, que a esas alturas nos obligaba a ir soltando abrigo para evitar un soponcio generalizado. Poco a poco la senda va girando hacia las torres de la Pedriza atravesando arrollos y praderas empapadas por el deshielo de las primeras nevadas de diciembre. Tras un último esfuerzo, alcanzamos el collado del Miradero, en el que hicimos la parada principal para comer algo mientras Paco, Dabid S. y José se encaramaban a algún pedrusco cercano para contemplar las vistas.
Tras el descanso, tomamos el PR-m2 hacia Cuatrocaminos donde, ante la soporífera perspectiva de tener que recorrer por enésima vez la autopista de la Pedriza, decidimos apurar la jornada girando hacia el puente de los pollos mientras las últimas luces del día coloreaban las placas de granito del Pájaro y el Yelmo como si fueran descomunales dunas de arena rojiza en las que, pese al frío, daban ganas de tumbarse a tomar el solecito. Disfrutando de tan estupendas vistas enfilamos el PR-m1 para alcanzar ya casi de anochecida el aparcamiento de Cantocochino y las ansiadas cervezas de final de ruta.
En este época, incluso siempre, nunca se sabe, viajad con un frontal de buenos led. Importante, tanto como diciembre que marca el final del año, el día finaliza siendo cubierto por la noche.
ResponderEliminarUn feliz fin de éste y sea, pues el siguiente, mejor incluso, cada día para todos.
Breves saludos
Salud, Libertad y Montaña