Dicen por ahí que las cosas no son blancas ni negras, si no todo lo contrario. Bien, pues parece que este año, al menos en cuestiones meteorológicas se cumple tan curiosa reflexión; de tal modo que el invierno se ha convertido en primavera y la primavera en invierno.
Haciendo gala de nuestra afamada capacidad de adaptación a cualquier circunstancia, este domingo decidimos reiniciar la temporada invernal, aprovechando que la tregua de buen tiempo que daban entre borrasca y borrasca. Lo que no podíamos suponer es que, a lo tonto íbamos a tener casi el mejor día de nieve de todo lo que va de año. Y como otra de las virtudes que adorna a este grupo es la cabezonería recalcitrante, que mejor opción que repetir por enésima vez la sureste clásica a Peñalara, a ver si a base de "dale que te pego", terminábamos por hacerla como se debe hacer.
Después de transformar mi coche en algo parecido a un autobús escolar, Araceli, Maranta, Paco, Jesús y un servidor nos encaminamos hacia Becerril, donde Eva nos esperaba con su coche para rescatarnos de morir asfixiados entre macutos, piolets, bastones y todo tipo de complementos de moda montañera.
Una vez en Cotos, que ya a las 8:30 amenazaba con rebosar de coches, nada mejor que un cafecito y algún "barreño" de Colacao para entrar en calor y continuar con esa "pachorra" tan agradable que caracteriza nuestras últimas salidas.
De la primera parte de la ruta poco se puede decir que no hayamos repetido en crónicas anteriores, la diferencia es que, una vez superada la Laguna de Peñalara, se presentaron ante nuestros ojos mil y una canales repletas de nieve hasta los topes como si de un parque de atracciones se tratara. Ante tan irresistible imagen, Paco y Jesús no pudieron contenerse por más tiempo y abandonaron el camino original con los ojos perdidos en las primeras palas de nieve. A ellos se unió Araceli, que aun no conoce los peligros que entraña seguir la huella de este par de "obsesivos conpulsivos" de lo que ellos llaman "falsos llanos".
Por suerte, en esta ocasión la cosa no fue a más y terminamos por reunirnos todos en la entrada del corredor con la sutil diferencia, con respecto a otras ocasiones, de dos metros de nieve bajo nuestros pies. Ahí tenéis un par de fotos del mismo punto de la ruta ¿A ver si adivináis cual corresponde a Enero y cual a Abril?
En este punto Maranta, contagiada ya por el ansia montañera de Jesús y Paco, puso el ojo en la cima de Peñalara y para allá que se fue sin abandonar la cabeza del grupo más que para fotografiar la sudada que nos estábamos pegando el resto siguiendo su huella.
Cuando creíamos que todo lo bueno terminaba en la cima, no pudimos evitar que los ojos nos hicieran chirivitas contemplando el enorme merengue que cubría la cresta de Claveles y que nos empujaba irresistiblemente a continuar la ruta. Disfrutando como enanos asomándonos a las canales que salen de la cresta y parando cada dos por tres para hacer fotos, llegamos a la altura de la Laguna de los pájaros a la que bajamos realizando unas prácticas de culo-esquí, por aquello de probar otras modalidades de alpinismo invernal.
A estas alturas y con el sol pegando de plano, la ruta amenazaba con convertirse en una reedición de la "ruta para raquetas sin raquetas". Por suerte la huella de vuelta estaba hecha y, a parte de jugar a "a ver quien meta la pata en el arroyo" (de lo que solo se libró Jesús), llegamos sin más novedad a Venta Marcelino donde dios cuenta de los bocatas y las indispensables cervezas de cualquier buena ruta que se precie.
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