Siguiendo en la línea de las rutas tranquilas para disfrutar de las bellas estampas otoñales, en esta ocasión nos hemos acercado a los alrededores de Riaza para visitar sus bosques de robles y hayas.
Si ya fue bonita la ruta de la semana pasada, ésta no lo ha sido menos y esta vez la hemos disfrutado plenamente sin la incomodidad de la persistente llovizna. No obstante, el ambiente se presentaba bien fresquito y, una vez más (para no perder la costumbre) el tiempo atmosférico quiso hacer caso omiso del excelente (y a todas luces inexacto) pronóstico que había dado la AEMET, de manera que unas densas nubes enganchadas en lo alto del Pico del Lobo nos privaron del sol prometido durante la mayor parte de la jornada.
Tras el segundo desayuno de rigor en la plaza de Riaza dejamos los coches al lado de la planta de tratamiento de aguas que hay yendo hacia el sur. Desde allí empezamos a andar por un atractivo sendero que sigue el curso del río Riaza y que lleva a la población de Riofrío de Riaza. Desde el comienzo pudimos deleitarnos con las vistas del valle y aquellos que se habían traído la cámara de fotos profesional pudieron dar rienda suelta a su afición por tan bello arte.
Al llegar a la mencionada población, seguimos adelante por el carreterín que sube al puerto de la Quesera. Sin embargo, al poco de pasar el embalse de la Presa de Riofrío tomamos un sendero recientemente restaurado que se interna por el bosque junto al rio Riaza (conocido como "camino viejo de Peñalba"). Entre troncos forrados de líquenes, rocas musgosas y setas cubiertas de hielo (señal inequívoca del frio que tuvo que hacer la noche previa) fuimos avanzando por lo que parecía un bosque sacado de un cuento de hadas, cada vez más maravillados a cada paso que dábamos por la irresistible belleza del lugar, con los robles y las hayas luciendo sus mejores galas de otoño. Precioso.
Conforme íbamos subiendo camino del collado de la Quesera nos fuimos encontrando con un entorno cada vez más frio, de manera que al salir del bosque y dejar atrás los últimos árboles medio helados, el paisaje dio un cambio radical y nos vimos frente a una estampa puramente invernal: todos los arbustos de la ladera aparecían blancos cubiertos de finísimos cristales de hielo-nieve. Impresionante el contraste del blanco luminoso frente a los verdi-amarillos y ocres que habíamos dejado atrás justo unos momentos antes. Además, ahora fuera del abrigo de los árboles y con las nubes casi sobre nuestras cabezas, nos vimos obligados a abrigarnos bien para protegernos de los duros mordiscos del frio viento del norte.
Con la rasca que pegaba allí arriba en el puerto de la Quesera no hubo más remedio que seguir con la ruta con la esperanza de encontrar un poco más adelante algún lugar resguardado del viento para comer algo, pues ya quedaba muy atrás el desayuno y se iba oyendo algún que otro gruñir de tripas. Fuimos avanzando por la senda que lleva al Pico del Lobo y pronto encontramos un claro al abrigo de los árboles en donde se estaba de maravilla y comimos bien a gusto. Luego de recuperar fuerzas y calores (las rampitas tan majas que hay por allí contribuyeron generosamente a esto último) seguimos hasta el collado de San Benito, punto en el que nos desviamos hacia el norte por una senda que baja hasta el collado de la Hayuela y sigue cuerda alante por los Chotales y el altillo de las Rozas. De ahí bajamos directa y tranquilamente hasta el lugar donde habíamos dejado los coches.
En ningún momento se despejaron las nubes que cubrían las cimas del Pico del Lobo y el sol sólo se asomó de forma puntual (lo justo para enriquecer las vistas para disfrute de los fotógrafos). No obstante, nos fuimos más que satisfechos de vuelta al bar de Riaza para terminar de entrar en calor, comentando las mejores jugadas del día y jugosos planes futuros mientras degustábamos las merecidas cervecitas (y otras bebidas varias) de rigor.
Un xaludote
...Qué buenas fotos, qué gran recorrido.
ResponderEliminarAfortunados aquellos que disponiendo de tiempo, no sólo, lo comparten con los amigos.
Excelentes sendas, montes y cerros; esas fagus selváticas que con sus raíces sostienen las tierras y dejan les roben amarillas sus hojas.
Qué buenas setas admiradas aunque sean toxicas; simbiosis de muchas, de otros grandes seres.
Es buen tiempo de ellas, caesareas, agáricas, pleurotas, eringis; lo es de castañas, "longales", "temporales", "famosas"...
Recorrer desde mi estudio esas trochas es como andar simbiótico, sin caminar. Descansado.
Eso. d:D´
dLa·MeP