viernes, 23 de noviembre de 2012

Revisitando la Najarra

Desnivel acumulado: 1150 m (+250 extras)
Distancia: 14,5 km
Tipo de camino: pista, senda y campo a través
Dificultad: moderada
Cartografía utilizada: Sierra de Guadarrama 1/25 Tienda Verde


A veces ocurre que al releer un libro o ver una película después de mucho tiempo, no coincide con la idea o el recuerdo que guardabas de ellos. De modo que, lo que en un tiempo te pareció maravilloso, ahora no pasa de mediocre o, cuanto menos, aburrido (las menos de las veces, ocurre lo contrario). El caso es que con las montañas puede ocurrir lo mismo, más para los que ya llevamos un tiempo pateando nuestra querida sierra de Guadarrama. Por suerte, también ocurre que cuando crees que se te han acabado todas las opciones, terminas por encontrar una nueva forma de subir la misma montaña y no tiene porque ser necesariamente por otro camino; es suficiente con subirla en otra estación, con otros colores, otra luz o sencillamente otro ánimo.


Esta vez con la Najarra se dieron un poco de las dos cosas: un camino distinto, otro momento y, por suerte, las caras habituales de los viejos y nuevos amigos.
Lo cierto es que ya hacía un tiempo que no la visitábamos y creo que la habíamos subido por casi todos lados: desde la cuerda larga, desde la Morcuera, por la senda Santé, por el collado desde el norte y por el collado desde el sur y alguna que otra campo a través por donde dios nos dio a entender.
Para esta ocasión y tras hurgar un poco por Internet, decidimos volver a la cara sur partiendo desde la Fuente del Cura pero, en lugar de ir hacia Hoya de San Blas y subir al collado, lo hicimos directamente buscando la senda que zigzaguea junto al arroyo de San Blas y que, cortando las pistas que le salen al encuentro, remontan hasta la altura de Cuatro calles para acceder a la cima lo más recto posible.


Por suerte, esta vez ignoramos olímpicamenrte los pronósticos meteorológicos y disfrutamos de una jornada de lo más variada que comenzó por los ya habituales robledales de este otoño para pasar al poco a los espesos pinares que, después de las últimas lluvias lucían especialmente espectaculares. Tras nuestros habituales despistes y un par de paradas para nuestras también habituales sesiones de charla y fotografía, salimos del pinar a la zona de piornos cercana a la cumbre entre nieblas, un poco de lluvia y la siempre amenazadora vista de Madrid, que cada año avanza un buen puñado de metros más en su ansia por engullir cualquier terreno libre de asfalto que se le ponga por medio. Para alivio de todos, una vez en la cima, al dirigir la vista al norte entre la bruma, aun puede uno olvidarse de lo que deja a la espalda y no pensar en nada más que en disfrutar de lo que resta de jornada.


Después del tentempié de cumbre, los habituales "machacas" del grupo decidieron tomarse el postre dándole un poco de vidilla a la ruta bajando a la Morcuera con el simple objeto de volver a subir a la Najarra por la cuerda y darnos alcance a mitad de bajada; y es que ¡¡¡hay gente pa toooo!!! El resto descendimos por la senda Santé, siempre con la referencia del embalse de Miraflores, no si antes echar un vistazo a las canales de la ladera este, con la insana intención de alimentar próximas obsesiones invernales.


Ya todos juntos, recorrimos el último tramo hasta los coches echando la vista atrás y pensando por donde visitaríamos esta agradecida montaña la próxima ocasión y, lo que es casi tan importante, donde nos tomaríamos las cervezas que tan merecidamente nos habíamos ganado.

En el fondo debe ser que todo aquello que realmente quieres de corazón nunca deja de gustarte, por mucho tiempo que pases sin verlo o por muchas veces que se repita en tu memoria, y eso es lo que ocurre con el Guadarrama, como con tantas otras cosas.

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