domingo, 30 de diciembre de 2012

Senda de los Gavilanes

Desnivel: 1000m aprox.
Distancia: 19.3 km
Dificultad: Moderada
Tipo de ruta: circular


Finalizada la temporada de setas y de oníricos paisajes otoñales, que mejor forma de volver a la realidad que a base de una contundente y dura ración de granito del Guadarrama. Para ello, nada mejor que volver a los laberintos de la Pedriza, donde siempre hay un hueco, una trepada, un sendero o un extravío por el que hace tiempo que no se transita.
Pero, para que el paso del sueño a la realidad no fuera tan brusco decidimos tomarlo de soslayo, entrando por la puerta de atrás y como quien no quiere la cosa. Así que elegimos la senda de los Gavilanes que transcurre practicamente por el límite en el que la Pedriza pierde su nombre para convertirse en la Sierra del Francés.


Nuestro camino comienza en el inevitable aparcamiento de Canto Cochino donde, Irene, David S., David B., Paco, Jesús, Jose y un servidor nos reunimos bien temprano para espavilarnos con las gélidas temperaturas de la mañana. Comenzando por al archiconocida senda que transcurre por la orilla izquierda del Manzanares, alcanzamos la Charca Verde desde la que se toma otra senda hasta toparse con el arroyo de los Hoyos de la Sierra, que hay que cruzar justo en el punto en el que se une con el Manzanares, con cuidado de no pasarse pues, de otro modo, subiríamos por la senda de la Mina.


Desde el puente de los franceses ya solo queda ir cortando la pista de las zetas por una senda bien marcada mientras se disfruta de las impresionantes vistas del pajarito,  la cuerda de las Milaneras y tres cestos sin dejar de visitar el tejo centenario y el arrollo del Chivato, en el que aprovechamos para hacer una paradita, picar algo y darle un poco a la fotografía conceptual.


La senda propiamente dicha comienza en la siguiente curva de la pista, cruzando a la vertiente derecha del arrollo y siguiendo los hitos que sin demasiada complicación, van ganando altura y dejan el bosque para dar paso al piorno, el enebro y la solana de un caluroso día de otoño, que a esas alturas nos obligaba a ir soltando abrigo para evitar un soponcio generalizado. Poco a poco la senda va girando hacia las torres de la Pedriza atravesando arrollos y praderas empapadas por el deshielo de las primeras nevadas de diciembre. Tras un último esfuerzo, alcanzamos el collado del Miradero, en el que hicimos la parada principal para comer algo mientras Paco, Dabid S. y José se encaramaban a algún pedrusco cercano para contemplar las vistas.


Tras el descanso, tomamos el PR-m2 hacia Cuatrocaminos donde, ante la soporífera perspectiva de tener que recorrer por enésima vez la autopista de la Pedriza, decidimos apurar la jornada girando hacia el puente de los pollos mientras las últimas luces del día coloreaban las placas de granito del Pájaro y el Yelmo como si fueran descomunales dunas de arena rojiza en las que, pese al frío, daban ganas de tumbarse a tomar el solecito. Disfrutando de tan estupendas vistas enfilamos el PR-m1 para alcanzar ya casi de anochecida el aparcamiento de Cantocochino y las ansiadas cervezas de final de ruta.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Otoño de carreras

Estos últimos meses algunos hemos andado algo desconectados del mundo de la montaña, aunque no del deporte. En este caso hemos continuado con nuestra afición a las carreras. Aunque no disponemos de fotos tan chulas como las de las últimas rutas, os vamos a dejar aquí algunas de las que tenemos de nuestras carreras.


Durante los meses de Septiembre, Octubre y Noviembre, Nadia y Ariane han corrido prácticamente todos los domingos. Y en Diciembre más o menos igual, aunque no en carreras oficiales sino más bien en largos entrenamientos por diferentes puntos de Madrid. La idea era correr por algunas de las zonas más chulas de la capital y estuvimos entrenando por Madrid Río, paralelos al Manzanares, por los parques de Leganés, etc.






Como carreras más destacadas, sin duda, la Media Maratón de Moratalaz, disputada el 11/11/2012, en unas condiciones perfectas de temperatura. Una carrera a la que llegamos con los entrenamientos justos, pero en la que logramos realizar nuestros mejores tiempos hasta el momento. Gran parte "de culpa" la tuvo el hecho de marchar con unos amigos que nos llevaron a un fuerte ritmo, pero con los que marchamos hasta el kilómetro 12 aproximadamente. Gracias a ello, los tiempos que marcamos fueron bastante más bajos de lo habitual.



En Diciembre acudimos a la Carrera Decathlon, al lado de casa, en Alcorcón. Unas semanas antes nos habían avisado de que esta carrera, de 10 kilómetros, era especialmente llana y adecuada para marcar buenos tiempos. Y con esa última intencion fuimos.



Pillamos un día seco y muy frío. Nos costó entrar en calor un buen rato. A cambio, participamos en una carrera poco numerosa, en la que se corría realmente bien y con recorrido suave y fácil, por el Parque Oeste de Alcorcón.



En mi caso logré bajar de 50', marca que llevaba persiguiendo desde hace tiempo. Nadia y Ariane también lograron marcar excelentes tiempos, en ambos casos, logrando su mejor marca hasta la fecha.


A continuación los tiempos marcados:

Media Maratón Moratalaz - 11/11/2012
Manu: 1h 49 min 42 seg
Nadia: 2h 03 min 51 seg

Carrera Decathlon Alcorcón - 10 kms - 02/12/2012
Manu:   48 min 36 seg
Nadia:  52 min 07 seg
Ariane: 55 min 34 seg

Saludos

domingo, 16 de diciembre de 2012

Estreno de la temporada invernal en Peñalara

Hola, ¿qué tal?
Ya han caido las primeras nieves tempraneras de la temporada invernal. Como no podíamos más con nuestras ansias de pisar nieve, el pasado dia 6 nos acercamos a Cotos para comprobar cuánto había nevado. Lo cierto es que nos encontramos con bastante más nieve de lo esperado, no una enormidad como en pleno invierno, pero sí la suficiente como para disfrutar bien de ella desde el mismo momento de salir del coche, pues había hecho un frio majete y estaba toda congelada.


A las 8 empezamos a andar en dirección a la Laguna Grande de Peñalara. El plan original era seguir hasta la Laguna de los Pájaros y coger allí el PR 32 que va por la cuerda hasta el pico del Nevero. Pero en llegando a la Laguna Grande nos dejamos engatusar por la primera canaleja que apareció ante nuestros hambrientos ojos y no pudimos resistir la tentación de subir por ella. Así que nos calzamos los crampones y pim-pam-pum acabamos en la cuerda de Peñalara un pelín más al norte de Dos Hermanas. Con la nieve congelada se subía de maravilla, pero no era recomendable salirse de la zona central de la canal, pues la capa acumulada aún no era muy gruesa y podía ceder al peso si estaba hueco debajo.


Arriba pegaba el viento bien fuerte y la sensación térmica bajó bastantes grados. Además, nos metimos en las nubes que permanecían enganchadas en la cumbre y la visibilidad se redujo a unas pocas decenas de metros a nuestro alrededor. En esas condiciones seguimos adelante hasta la cumbre de Peñalara, donde estaba todo cubierto de plumones de nieve congelada que forma la humedad del ambiente con el frio viento. Seguimos adelante por Claveles, pero como no había aún nieve suficiente no pudimos seguir por el paso de arriba y tuvimos que bordear las congeladas rocas por la ladera norte. Así, en medio de la ventisca, sin visibilidad ni referencia visual alguna seguimos cuerda adelante por el PR 32 lo mejor que pudimos (al ser tan ancha la cuerda y no ver ni torta era difícil saber si íbamos por la parte de arriba o nos habíamos ido un poco ladera abajo).


Bastante antes de llegar al puerto del Reventón nos tuvimos que calzar las raquetas de nieve para poder progresar algo más cómodamente. La capa de nieve congelada formaba una costra dura que casi cubría completamente los arbustos, pero no era lo suficientemente gruesa como para aguantar del todo nuestro peso y nos hundíamos en los arbustos cada dos por tres, maltratándonos las espinillas (tema especialmente doloroso cuando llevas unos cuantos golpes acumulados, ahora ya sé el por qué del dicho ese de "le ha sentado como una patada en las espinillas", por no decir otro sitio aún más sensible). Con las raquetas aún nos hundíamos pero menos (y nos evitábamos los molestos golpes) de manera que la progresión mejoró algo pero seguía siendo fatigosa y lenta.

No sé muy bien hasta dónde llegamos (por lo que tardamos en volver y lo largo que se nos hizo creo que llegamos a pasar el puerto de Malagosto, aunque no sabría decirlo a ciencia cierta), pero ante la falta de referencias visuales y que estábamos hasta las napias de ir dando tumbos por una nieve ingrata que se negaba a sostener nuestro peso, hueca como estaba por los arbustos que había debajo, a la una y pico decidimos darnos la vuelta y regresar. Tras lo que nos pareció una eternidad llegamos al fin a la laguna de los Pájaros y justo en ese momento empezaron a despejarse las nubes, mostrándonos por fin la gloriosa vista del valle del Lozoya y la Cuerda Larga.


Volvimos a Cotos por el camino normal y corriente (PR 15) contemplando con golosa afición las suculentas canales de la vertiente sur de Peñalara, llenas de promesas por cumplir para cuando acumulen la nieve suficiente. Paciencia, la temporada no ha hecho nada más que empezar y las grandes nevadas están aún por venir (cuento con ello, y si no, alguien allá arriba me va a oir). Como no podía ser de otra forma, en los alrededores de Cotos proliferaban como chinches los domingueros que habían subido a jugar y tontear con la nieve. Estaba todo a tope, puerto de Navacerrada incluido. Visto el panorama y con la Venta de Marcelino atestada hasta la bandera, nos fuimos al coche y nos largamos al pueblo de Navacerrada a agasajarnos con una ración doble de picatostes con chocolate, que la nieve cansa mucho y había que recuperar las fuerzas perdidas...

Amigos, queda inaugurada la temporada invernal. Que las nieves nos sean propicias y a disfrutar. Hasta la próxima. Pórtenseme bien hasta mi regreso, ¿eh?
Un xaludote

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Aventuras y níscalos por los alrededores de Lozoya

Gracias a la bendición de la lluvia este año hemos tenido un otoño realmente bonito. Nos daría pena que se termine esta bella estación de no ser porque detrás viene nuestro querido invierno y la temporada de nieve, mmmmm. Pero bueno, no podemos quejarnos porque más que ningún otro año este otoño hemos salido mucho a hacer rutas y lo hemos aprovechado pero que muy bien.


Esta vez nos hemos acercado a visitar el sabinar de Lozoya y sus alrededores cubiertos de un mixto de pinares y robledales. La ruta prometía, pues Pablo la había compuesto empalmando el track de dos rutas diferentes que había encontrado en internet y el conjunto de ambas daba para un buen paseo. Además, como hacía una temperatura muy agradable y parecía que los de la AEMET volvían a errar con sus pronósticos a nuestro favor, estábamos de muy buen ánimo y humor. También contribuía a ello la contemplación de las mágicas vistas del pueblo de Lozoya reflejándose en la superficie del embalse de Pinilla, con el pico de Peñalara asomando majestuoso entre las nubes que reptaban perezosas por sus laderas.


El caso es que, contagiado de tantas buenas sensaciones, a un servidor no se le ocurre otra cosa que separarse del grupo para explorar una via alternativa por el famoso sabinar de Lozoya para subir a la cuerda del cerro de la Cruz. Feliz idea pero muy desafortunada, pues anda que te anda entre pinos, robles y sabinas por una senda poco transitada con la que me crucé, pasó un buen rato hasta que ese exceso de ánimos se disipó, momento en el que caí en que me había ido más solo que la una a no-se-sabe-dónde y no había ni la más mínima señal de mis compañeros. Sí, los había perdido. Tan simple como éso. Así que tras una hora y pico de búsqueda a la aventura trochando abajo y arriba (sin sendas ni rastros fiables a seguir que no fueran los dejados por las numerosas vacas que andan sueltas por esas laderas y que salían despavoridas al verme aparecer de improviso y corriendo como un poseso) conseguí al fin dar con ellos ya cerca de la cima del cerro de la Cruz. Entre risas y varios "qué, ¿dónde andabas, te has divertido?" y también "ya te vale, Tío Paco, siempre andas igual buscando líos...", me recibieron felices y ahí quedó todo, al menos de moemento. Menuda aventura y qué alivio.

Bien, ya todos juntitos seguimos adelante con la ruta programada y disfrutando felizmente de la jornada (a pesar de que iba aumentando progresivamente la nubosidad con algunas nieblas entrando por arriba seguía sin hacer nada de frio). Nos dirijimos hacia el norte y luego al oeste para bajar un poco, cruzar el arroyo del Villar y seguir después por el otro lado ladera arriba en dirección noroeste.


Además de las ya habituales estampas otoñales de pinos y robles cubiertos de abundantes líquenes, suelos alfombrados de hojas y setitas de todas las formas, tamaños y colores, piedras musgosas, cantarines arroyos con vistosas chorreras y saltos de agua, tuvimos la suerte de encontrarnos con una cierva y también níscalos, sí, montones de ellos asomando entre las hojas caídas de los pinos. Tan a mano estaban que David nos contagió su entusiasmo y nos picó el gusanillo setero, de manera que no pudimos resistirnos a recolectar unos pocos para hacer un guiso con ellos y probarlos. A lo tonto con "mira, ahí hay uno..., uy, otro, y otro y otro más..., hala cuantoooos", cayeron en la saca un par de kilejos que luego nos repartimos al acabar la ruta. Adivinaréis lo que cené esa misma noche. Ajito, perejil..., uhmmm, deliciosos. Y es que la naturaleza, tratada con el respeto que merece, puede ser de lo más agradecida. Cuidemos nuestros montes para que todos los años nos puedan agasajar con su generosidad.


Ibamos todos tan felices con el magro hallazgo aunque con la mosca detrás de la oreja, porque entre tomas semiprofesionales de fotos, recogida de níscalos y otros entretenimientos varios, ya íbamos con la hora un poco justita (habida cuenta lo cortos que son ahora los días y más estando nublado) y aún quedaba un buen trecho para regresar a Lozoya. Tiene gracia la cosa porque a pesar de haber yo gastado ya con creces mi reserva de ganas de aventuras para todo el día, la propia ruta nos tenía reservadas unas cuantas sorpresas más adelante. Y es que el track que teníamos metido en el GPS iba siguiendo una sendita poco tansitada pero muy bonita ella hasta que desapareció sin más y el track seguía adelante trochando entre árboles y arbustos (y también terribles zarzas erizadas pinchos, pfffff) por donde Dios le daba a entender...


Pero bueno, ahí seguíamos pin-pam a la aventura hasta que llegamos al arroyo del Reajo Sastre. Cada cual lo cruzó como y por donde pudo y el grupo se disgregó un poquejo. Tras un momento de desconcierto entre voces, silbidos y otras señales acústicas (la densidad de los árboles y lo pronunciado de las laderas limitaba mucho el campo de visión) conseguimos reagruparnos de nuevo y seguimos adelante ahora sí sin más líos hasta llegar a un camino de verdad. Visitamos el roble centenario y lo saludamos con veneración, nos ladró un mastín enorme que guardaba un pequeño rebaño de ovejas, una perdiz roja pasó corriendo por delante de nosotros y llegamos finalmente a Lozoya con las últimas luces del día todos juntos, enteros y con nuestra preciada carga apenas intacta (algo increible después de los meneos y zarandeos que se llevó la bolsa que los contenía por todas las aventuras por terreno difícil que habíamos pasado). Nos tomamos las cervecitas de rigor, muy merecidas esta vez pues vivir aventuras da una sed bárbara. No obstante nos entretuvimos poco y tiramos p'a casa a apañar los níscalos y no darles tiempo a que se pusieran pochos.


En definitiva, un bello paseo en las postrimerías del otoño con los suelos del bosque alfombrados de hojas y setas. El que no tiene líos se los busca, pero bien está lo que bien acaba y nos divertimos mucho. Todos fuimos felices y comimos perdices (bueno perdiz no, que se fue corriendo, pero sí níscalos y muy ricos, por cierto). A vuestra salud, amigos, y hasta otra.
Un xaludote


viernes, 23 de noviembre de 2012

Revisitando la Najarra

Desnivel acumulado: 1150 m (+250 extras)
Distancia: 14,5 km
Tipo de camino: pista, senda y campo a través
Dificultad: moderada
Cartografía utilizada: Sierra de Guadarrama 1/25 Tienda Verde


A veces ocurre que al releer un libro o ver una película después de mucho tiempo, no coincide con la idea o el recuerdo que guardabas de ellos. De modo que, lo que en un tiempo te pareció maravilloso, ahora no pasa de mediocre o, cuanto menos, aburrido (las menos de las veces, ocurre lo contrario). El caso es que con las montañas puede ocurrir lo mismo, más para los que ya llevamos un tiempo pateando nuestra querida sierra de Guadarrama. Por suerte, también ocurre que cuando crees que se te han acabado todas las opciones, terminas por encontrar una nueva forma de subir la misma montaña y no tiene porque ser necesariamente por otro camino; es suficiente con subirla en otra estación, con otros colores, otra luz o sencillamente otro ánimo.


Esta vez con la Najarra se dieron un poco de las dos cosas: un camino distinto, otro momento y, por suerte, las caras habituales de los viejos y nuevos amigos.
Lo cierto es que ya hacía un tiempo que no la visitábamos y creo que la habíamos subido por casi todos lados: desde la cuerda larga, desde la Morcuera, por la senda Santé, por el collado desde el norte y por el collado desde el sur y alguna que otra campo a través por donde dios nos dio a entender.
Para esta ocasión y tras hurgar un poco por Internet, decidimos volver a la cara sur partiendo desde la Fuente del Cura pero, en lugar de ir hacia Hoya de San Blas y subir al collado, lo hicimos directamente buscando la senda que zigzaguea junto al arroyo de San Blas y que, cortando las pistas que le salen al encuentro, remontan hasta la altura de Cuatro calles para acceder a la cima lo más recto posible.


Por suerte, esta vez ignoramos olímpicamenrte los pronósticos meteorológicos y disfrutamos de una jornada de lo más variada que comenzó por los ya habituales robledales de este otoño para pasar al poco a los espesos pinares que, después de las últimas lluvias lucían especialmente espectaculares. Tras nuestros habituales despistes y un par de paradas para nuestras también habituales sesiones de charla y fotografía, salimos del pinar a la zona de piornos cercana a la cumbre entre nieblas, un poco de lluvia y la siempre amenazadora vista de Madrid, que cada año avanza un buen puñado de metros más en su ansia por engullir cualquier terreno libre de asfalto que se le ponga por medio. Para alivio de todos, una vez en la cima, al dirigir la vista al norte entre la bruma, aun puede uno olvidarse de lo que deja a la espalda y no pensar en nada más que en disfrutar de lo que resta de jornada.


Después del tentempié de cumbre, los habituales "machacas" del grupo decidieron tomarse el postre dándole un poco de vidilla a la ruta bajando a la Morcuera con el simple objeto de volver a subir a la Najarra por la cuerda y darnos alcance a mitad de bajada; y es que ¡¡¡hay gente pa toooo!!! El resto descendimos por la senda Santé, siempre con la referencia del embalse de Miraflores, no si antes echar un vistazo a las canales de la ladera este, con la insana intención de alimentar próximas obsesiones invernales.


Ya todos juntos, recorrimos el último tramo hasta los coches echando la vista atrás y pensando por donde visitaríamos esta agradecida montaña la próxima ocasión y, lo que es casi tan importante, donde nos tomaríamos las cervezas que tan merecidamente nos habíamos ganado.

En el fondo debe ser que todo aquello que realmente quieres de corazón nunca deja de gustarte, por mucho tiempo que pases sin verlo o por muchas veces que se repita en tu memoria, y eso es lo que ocurre con el Guadarrama, como con tantas otras cosas.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Un Mastín en el Santuy

Cardoso-Santuy-Halledo de Montejo-Cardoso

Desnivel: 850 m
Distancia: 17 km
Tipo de camino: pista, senda y campo a través
Duficultad: moderada


Es curioso que otros años, tras los atracones montañeros del verano, el otoño fuera la época en que toda actividad quedaba paralizada en el grupo a la espera de la llegada de las primeras nieves, que nos devolvían la ilusión por desempolvar el material de invierno y liarnos de nuevo en la búsqueda de terrenos verticales.
Este año ha sido todo lo contrario. Ya sea por las extrañas vacaciones de algunos o por las ansias acumuladas de otros, el caso es que vamos camino de completar la estación a base de rutas difíciles de olvidar.

La de este domingo pasado no ha sido una excepción y, como si tanta perseverancia no pudiera quedar sin premio, volvimos a disfrutar de verdes praderas, arroyos caudalosos y colores tan intensos que a ratos te hacen dudar si no estás transitando más por los terrenos de la imaginación que por la tierra firme y pizarrosa de la sierra de Ayllón.



Para darle un poco de variedad a la tónica habitual de hayedos y robledales, en esta ocasión decidimos añadir un pico por medio  - pequeño, pero pico al fin y al cabo -  manteniendo así el gusto por la roca y dándole algo de alegría a las piernas, demasiado acostumbradas ultimamente a flexionarse para ver setas y frutos del bosque. El elegido fue el Santuy y, que mejor que lo bueno conocido para no meter la pata, así que decidimos remontar sus laderas desde Cardoso a donde, por razones de pura pachorra, no pudimos acercarnos en nuestra anterior ruta.

Tras quedarnos boquiabiertos por la nevada que había cubierto las alturas del valle la noche anterior, emprendimos la marcha los siete que preveíamos más la inesperada participación de Tika, una mastín que, pese a sus 4 mesecitos, ya tenía el tamaño de una oveja y cuyo disperso carácter e independencia de criterio en cuanto al camino a seguir no hacía sino recordarme a Greta, el monstruito de nuestra compañera Eva.


Con tan entusiasta como atolondrada compañía (lo digo por el perro), encaramos las zetas que suben por el robledal  hasta alcanzar las primeras nieves de la temporada,  a la altura del collado en el que termina la loma de la Dehesa. Desde allí, tras un pequeño tramo de pista nevada, enfilamos entre piornos y jirones de niebla hasta la cima del Santuy, donde los nubarrones de la mañana abrieron lo justo para poder echar un vistazo a nuestro alrededor y ver la enorme boina que cubría el Cerrón y la cuerda del Pico del Lobo.
Con un poco más de fresco del que nos hubiera gustado, bajamos hasta el collado de la Calahorra para tomar el empinado camino que termina en el GR88 y desde el que se puede disfrutar de una de las más hermosas vistas del Hayedo de Montejo.


Como no podía ser de otra manera, a la altura del hayedo volvimos a extraviar nuestra ruta original, con lo que no nos quedo más remedio que alargar la jornada para redondear los números habituales del grupo. Después de compartir bocadillos con nuestra perruna amiga con granizada incluida, retomamos el camino a la orilla del Jarama para abandonarlo un poco más adelante por otra preciosa senda que, remontando el talud izquierdo del río, finalmente enlaza con el perdido GR hasta el pueblo de Cardoso.


Tras un primer intento fallido de endosarle la crianza de Tika a unas gallinas de la zona, por fin conseguimos localizar a su dueño, un chaval apenas más grande que ella al que la sonrisa casi no le cabía en la cara al vernos entrar por la puerta con su perdida amiga. Con la alegría de dejarla en las mejores manos y la tristeza de no poder llevárnosla a casa, dimos por concluida la jornada y nos encaminamos a Montejo a por las merecidas cervezas y un buen surtido de magdalenas para endulzar los desayunos de la semana.


A esas alturas, como si de un espejismo se hubiera tratado, ya no quedaba ni el más lejano atisbo de las nieves de la mañana, aquellas que nos anunciaban que, como casi todo en esta vida, los otoños soñados también llegan a su fin y que el invierno comienza a avisar de su llegada susurrando el nombre de cercanas y lejanas cimas nevadas que nos esperan a la vuelta de la esquina.



domingo, 4 de noviembre de 2012

Elogio de la lentitud

Puerto de la Hiruela-puerto de Cardoso-Hayedo de Montejo-La Hiruela-Puerto de la Hiruela

Distancia: 17 km
Desnivel: 650 m
Tipo de camino: pista y sendero
Dificultad: Fácil
Tiempo empleado: me lo callo por vergüenza torera

Hace un par de semanas, hablábamos de retomar otra forma de salir a la montaña, más parecida a cuando comenzamos a participar en el grupo, admirando los paisajes, charlando a cada momento, parando hasta cuando no hace falta y, en definitiva, con muuuuucha parsimonia. Pues bien, retomando el otoño como tema de fondo, nos juntamos unos cuant@s  echando de menos a otros tant@s para dar una nueva vuelta de tuerca a tan "novedoso" concepto.


Para ello, el jueves pasado, nos propusimos dar una vuelta por los pueblos de Cardoso y la Hiruela pasando por sus respectivos puertos y, de propina involuntaria, por la tapia del Hayedo de Montejo, a la que llegamos por uno de nuestros habituales despistes que curiosamente siempre terminan por alargar las rutas en lugar de acortarlas.

Comenzamos nuestro paseo en el puerto de la Hiruela, tomando la pista que transcurre por la izquierda del cordal y en la que hicimos el interesante hallazgo de una vaca muy muerta, cuyos efluvios por poco hacen que Taber - hombre curioso por naturaleza - eche hasta la última magdalena de su reciente desayuno.


Tras semejante hallazgo tan discordante con nuestro relajado ánimo de paseantes, continuamos camino hasta el puerto de Cardoso, donde se produjo el mencionado despiste que nos llevo a adentrarnos en los frondosos pinares previos al Hayedo de Montejo y en los que no pudimos resistirnos a sacar la guía de setas e inmortalizar todo hongo que se nos pusiera a tiro, aparte de eternizarnos a la espera del rayo de sol perfecto que nos permitiera conseguir la foto del día. Es lo que tiene salir con tres aficionados a la fotografía, uno de ellos cojo...


Tras tomar el tentempié en la puerta del hayedo, seguimos el curso del río Jarama, si cabe aun más lentos, con lo que no nos quedó más remedio que pasar de largo la visita a Cardoso para evitar tener que hacer noche en tan idílico paraje.  Entre tanta seta, arándanos, abedules y suelos alfombrados de amarillo, Nacho decidió bañarse en el río cada vez que nos tocaba cruzarlo, sospechamos que para darle un poco de gracia a tanto romanticismo.


Así llegamos hasta la Hiruela, donde hicimos un alto para un segundo tentempié rodeados de turistas gastronómicos dispuestos a comerse hasta la última seta de la sierra.

Ansiosos por volver a la soledad del camino, emprendimos la subida al puerto de la Hiruela, esta vez sí, un poco más ligeros y mientras escuchábamos entre el rumor de la lluvia los ecos de la persistente llamada del Santuy dándonos motivos para hacer una nueva visita a la zona.


Antes de bajar a Buitrago para terminar la jornada con las cervezas de rigor, pareciera que como premio a tan sosegada forma de tomarnos la vida, el cielo quiso darnos un motivo más para reincidir en nuestra recalcitrante lentitud dejando pasar esos jirones de luz que tanto deseamos en el hayedo y que ahora iluminaban el paisaje como si de una pintura tenebrista se tratara.


Pero que nadie se lleve a engaño, detras de tanto sosiego algunos seguimos añorando la roca pelada, la nieve congelada y las vertiginosas cumbres que se elevan por encima de los bosques de otoño y sus tranquilos paseos. Tiempo al tiempo....

Hasta la próxima

miércoles, 31 de octubre de 2012

Una ruta de cuento de hadas por el Hayedo de la Pedrosa

Siguiendo en la línea de las rutas tranquilas para disfrutar de las bellas estampas otoñales, en esta ocasión nos hemos acercado a los alrededores de Riaza para visitar sus bosques de robles y hayas.


Si ya fue bonita la ruta de la semana pasada, ésta no lo ha sido menos y esta vez la hemos disfrutado plenamente sin la incomodidad de la persistente llovizna. No obstante, el ambiente se presentaba bien fresquito y, una vez más (para no perder la costumbre) el tiempo atmosférico quiso hacer caso omiso del excelente (y a todas luces inexacto) pronóstico que había dado la AEMET, de manera que unas densas nubes enganchadas en lo alto del Pico del Lobo nos privaron del sol prometido durante la mayor parte de la jornada.


Tras el segundo desayuno de rigor en la plaza de Riaza dejamos los coches al lado de la planta de tratamiento de aguas que hay yendo hacia el sur. Desde allí empezamos a andar por un atractivo sendero que sigue el curso del río Riaza y que lleva a la población de Riofrío de Riaza. Desde el comienzo pudimos deleitarnos con las vistas del valle y aquellos que se habían traído la cámara de fotos profesional pudieron dar rienda suelta a su afición por tan bello arte.



Al llegar a la mencionada población, seguimos adelante por el carreterín que sube al puerto de la Quesera. Sin embargo, al poco de pasar el embalse de la Presa de Riofrío tomamos un sendero recientemente restaurado que se interna por el bosque junto al rio Riaza (conocido como "camino viejo de Peñalba"). Entre troncos forrados de líquenes, rocas musgosas y setas cubiertas de hielo (señal inequívoca del frio que tuvo que hacer la noche previa) fuimos avanzando por lo que parecía un bosque sacado de un cuento de hadas, cada vez más maravillados a cada paso que dábamos por la irresistible belleza del lugar, con los robles y las hayas luciendo sus mejores galas de otoño. Precioso.


Conforme íbamos subiendo camino del collado de la Quesera nos fuimos encontrando con un entorno cada vez más frio, de manera que al salir del bosque y dejar atrás los últimos árboles medio helados, el paisaje dio un cambio radical y nos vimos frente a una estampa puramente invernal: todos los arbustos de la ladera aparecían blancos cubiertos de finísimos cristales de hielo-nieve. Impresionante el contraste del blanco luminoso frente a los verdi-amarillos y ocres que habíamos dejado atrás justo unos momentos antes. Además, ahora fuera del abrigo de los árboles y con las nubes casi sobre nuestras cabezas, nos vimos obligados a abrigarnos bien para protegernos de los duros mordiscos del frio viento del norte.


Con la rasca que pegaba allí arriba en el puerto de la Quesera no hubo más remedio que seguir con la ruta con la esperanza de encontrar un poco más adelante algún lugar resguardado del viento para comer algo, pues ya quedaba muy atrás el desayuno y se iba oyendo algún que otro gruñir de tripas. Fuimos avanzando por la senda que lleva al Pico del Lobo y pronto encontramos un claro al abrigo de los árboles en donde se estaba de maravilla y comimos bien a gusto. Luego de recuperar fuerzas y calores (las rampitas tan majas que hay por allí contribuyeron generosamente a esto último) seguimos hasta el collado de San Benito, punto en el que nos desviamos hacia el norte por una senda que baja hasta el collado de la Hayuela y sigue cuerda alante por los Chotales y el altillo de las Rozas. De ahí bajamos directa y tranquilamente hasta el lugar donde habíamos dejado los coches.


En ningún momento se despejaron las nubes que cubrían las cimas del Pico del Lobo y el sol sólo se asomó de forma puntual (lo justo para enriquecer las vistas para disfrute de los fotógrafos). No obstante, nos fuimos más que satisfechos de vuelta al bar de Riaza para terminar de entrar en calor, comentando las mejores jugadas del día y jugosos planes futuros mientras degustábamos las merecidas cervecitas (y otras bebidas varias) de rigor.

Un xaludote

jueves, 25 de octubre de 2012

Ha llegado el otoño (Del Chorro de Navafría al mirador de Navalcollado)

- Dificultad: fácil
- Desnivel: 650 m
- Distancia: 12.5 km
- Tipo de camino: pista asfaltada y de tierra

De vez en cuando no está mal echar un poco el freno y retomar otra manera de salir a la montaña más parecida a como lo hacíamos todos cuando empezamos en esto de trotar por el campo: un poco más tranquilos y sin intentar batir records o subir tantas cimas como quepan en las horas del día….,  pero solo de vez en cuando. Y que mejor época que el otoño para dar bucólicos paseos por los pinares y hayedos que salpican la sierra, aprovechar para hacer fotos sin ir con la lengua fuera y, si se tercia, intentar adivinar más mal que bien y guía en mano, los nombres de todo bicho viviente que se nos cruce por medio.


Algunos por razones de fuerza mayor y otros porque nunca dejaron de ver la montaña de esa otra manera, nos encaminamos el domingo pasado a descubrir uno de esos rincones que hasta el momento habíamos dejado abandonados por aquello de que los caminos que lo recorren merecen tal nombre y los desniveles no te provocan taquicardias, a no ser que los hagas tres veces y a matacaballo.


Con todo esto en mente y tras un primer intento fallido la semana anterior, partimos confiados en el “optimista” pronóstico de los muchachos del AEMET con intención de recorrer los pinares segovianos de Navafría hasta el mirador de Navalcollado partiendo desde el área recreativa del Chorro. Una vez allí nos dimos cuenta de que la fina lluvia que lo empapaba todo no parecía presagiar nada bueno pero, como esta vez no traíamos ruta de repuesto, decidimos liarnos la manta a la cabeza y tirar para adelante hasta donde el día nos dejara.


Creo que hacía tiempo que no me alegraba tanto de mojarme en una ruta como en esta. Seguro que un día soleado hubiera tenido su gracia pero, sin la niebla, la humedad y la lluvia que nos acompañó durante toda la jornada, no hubiéramos disfrutado de ese onírico ambientillo, más propio de los  cuentos de hadas centroeuropeos que de la reseca sierra que todos recordamos del verano pasado. Así, entre frondosos helechos, setas alucinógenas y comentarios surrealistas tan propios de nuestro peculiar grupo montañero, recorrimos la suave pendiente que une los refugios del Peñón, la Fragua, Regajohondo y Navalcollado hasta alcanzar el mirador del mismo nombre, desde el que no nos quedó más remedio que imaginarnos las vistas del valle, que a esas alturas ya estaba totalmente cubierto por una espesa capa de niebla. Y es que todo no se puede tener en esta vida....


Después de un trago de agua y un puñado de quicos, regresamos por otra pista parando un buen rato en el puente del Chorro para echar unas cuantas fotos a las pequeñas cascadas que allí desembocan, mientras nuestras mentes emprendía ya el camino de vuelta, más pendientes de las cervezas que nos esperaban en el pueblo de Navafría que de tan pintoresca estampa.


Con la modorra propia de un domingo por la tarde de vuelta a la gran ciudad y mientras nuestras mentes soñaban de nuevo con desniveles imposibles, jornadas interminables y subir tantos picos como quepan en las horas de un día, los caprichos meteorológicos nos despidieron con unas “alucinógenas” vistas del cerro de San Pedro navegando sobre un mar de nubes que parecían recordarnos que lo más espectacular está en muchas ocasiones donde menos te lo esperas, incluso a ras de suelo.


Saludos a todos. Nos vemos en nuestra próxima ruta otoñal....

viernes, 14 de septiembre de 2012

Por el valle de Ansó..., y más allá

Hola, amigos, ¿qué tal?
Como no hay dos sin tres, hemos vuelto a acercarnos a Pirineos aprovechando que aún los días no se han reducido demasiado. El otoño se acerca. En esta ocasión Jesús, Araceli, Fernando y el que escribe nos hemos acercado al valle de Ansó para hacer dos rutas de lo más interesantes por una de las mayores zonas kársticas de Europa. Es increíble disfrutar de tales paisajes calizos en pleno Pirineo hoscense.


En toda esta zona repartida entre Navarra, Huesca y Francia no encontraréis grandes picos de tres mil metros ni los escarpados barrancos de Picos de Europa. No, aquí los valles son más suaves y amplios y cobijan frondosas "selvas" de pino negro y hayas, rodeados de modestas aunque impresionantes cimas esculpidas en la roca caliza por el agua a lo largo de eones. Pequeños picos de dos mil y pocos metros, pero con intensas subidas que arrancan profundos resuellos y dejan las piernas bien tocadas. Eso sí, con unas vistas de los alrededores que son todo un regalo para el alma viajera y amante de la naturaleza.


El primer dia dejamos el refugio de Linza bien temprano para acercarnos con el coche a la estación de esquí de Arlettes-Piedra de San Martín en la frontera con Francia en el valle del Roncal. Nuestro objetivo, el Pic d'Anie (y cuantos se nos pusieran a tiro siempre y cuando las tormentas pronosticadas para ese dia nos lo permitiesen). Al final la cosa se dio mejor de lo esperado: nos libramos por los pelos de mojarnos y cayeron el pequeño Arlás (por partida doble, a la ida y a la vuelta), el Anie (por supuesto), el Pic d'Countende (impresionante) y el Pic d'SoumCouy, todas ellas subidas cortas pero muy intensas. Por el camino atravesamos un paisaje kárstico tremendo, de apariencia completamente lunar, terriblemente accidentado y fracturado y con gran cantidad de fisuras y agujeros repartidos por doquier. Tan desolado que impresiona y conmueve a cada paso. Una ruta no demasiado difícil, aunque sí bastante rompe piernas con tanto sube y baja y, ante todo, tremendamente entretenida.


El segundo día tenía que ser más tranquilo porque luego tendríamos que regresar a Madrid. No obstante la ruta resultó algo más dura de lo esperado, no por el terreno en sí, sino más bien por las secuelas que arrastramos de la celebración de la ruta del día anterior (qué peligro tiene el que tengan grifo de cerveza en el refugio, una inagotable provisión de ella y además jarras de medio litro...). Así y todo nos las apañamos para madrugar y llegar a duras penas (olé qué subidas más majas tienen los picos de la zona) hasta la cima del Mallo de Acherito saliendo desde el mismo refugio de Linza por el llamado paso del Caballo. La vuelta por las Foyas del Ingeniero nos regaló la vista con unos paisajes maravillosos.

Esta vez las palabras se quedan cortas para describirlo todo y dejaré que sean las imágenes las que hablen por sí solas y narren lo que aconteció durante la travesía en ambas rutas. Espero que las disfrutéis. Hasta pronto, amigos.

Un xaludote