Desde nuestras primeras visitas a la cara sur de Grédos, esta era una ruta que siempre habíamos pensado en hacer pero que solo mirarla en el mapa nos hacía buscar excusas que retrasaran la visita para mejor ocasión. Pero fue a raíz de nuestra reciente ruta al puerto del Peón cuando pudimos babear a gusto contemplando en directo lo que a primera vista parecía un auténtico muro en el que dar rienda suelta a nuestras más calenturientas fantasías montañeras. A partir de ahí no hubo manera de quitarnos de la cabeza una próxima visita en cuanto los calores del verano dieran la más mínima tregua.
Y por fin llego el día. No sin un poco de mala conciencia por dejarnos en casa a Manu y Paco (ocupados en esta ocasión en asuntos menos "elevados"), aprovechamos el buen pronóstico de tiempo y nos juntamos Jesús, José "Texas Ranger", David (que estrenaba primera ruta con el grupo) y un servidor para disfrutar de un intenso día de montaña.
Comenzamos la ruta en la plataforma de Mingo Fernando a eso de las 10:15 enfilando directamente y a buen ritmo por el camino que sube hasta el puesto del Tío Pio. Desde ahí, siguiendo los numerosos hitos que encontramos tras el puesto, continuamos por el lado derecho del Arroyo del Pinarejo hacia la base de la canal Reseca, objetivo estrella del día.
Una vez en la entrada de la canal pudimos observar el descomunal tamaño del bloque empotrado que la tapona y que pese a su imponente aspecto, se bordea con facilidad por el lado izquierdo.
Ya metidos en faena, nos encontramos con un interminable pedregal que en su parte central se pone especialmente empinado y que hace que las piernas se calienten como ascuas a poco que le pongas algo de empeño. Aunque a parte del sofocón que supone subirla, no tiene ninguna dificultad técnica, si que es conveniente tener mucho cuidado con cualquier roca suelta si no se quiere transformar la canal en una auténtica bolera. Y digo con cualquiera porque incluso las más grandes se vienen abajo con solo mirarlas.
Por lo demás, las vistas son espectaculares durante toda la subida y la sensación de ser un piojo entre gigantes hace que el esfuerzo merezca la pena. Esta sensación no hace más que aumentar cuando se alcanza el Portillo del Gran Galayo, desde el que pudimos ver como una cordada alcanzaba la cima de la Torre y una estupenda perspectiva de la Apretura. Desde aquí ya solo quedaba la trepada normal al Gran Galayo, donde una molesta nube nos privó de aun mejores vistas de las disfrutadas hasta entonces.
Después de un breve piscolabis en el portillo, enfilamos la Trocha Palomo que, en un corto y entretenido sube y baja, rodea el Gran Galayo y te deja en la portilla falsa.
Como no podía ser de otra forma, y aunque las piernas ya no daban para muchas alegrías, una vez que alcanzamos la altura del refugio Arenas decidimos añadir un extra visitando por enésima vez la cima de la Mira. Allí, aparte de coincidir con el grueso de los excursionistas de la zona y disfrutar a lo lejos de las vistas del Circo de Gredos, nos entretuvimos observando un rebaño de cabras pedigüeñas dispuestas a vender su alma por cualquier cosa comestible o incomestible que les lanzaran.
Ya sin cuerpo para más extras enfilamos la interminable bajada que, pasando por la Tarayuela, nos condujo hacia el puerto del Peón y, por el camino normal, de vuelta a la plataforma de Mingo Fernando con toda nuestra concentración puesta en las cervezas que nos esperaban en Arenas de San Pedro.
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