domingo, 11 de julio de 2010

Marruecos-Atlas (II)

Visto que los cálculos horarios de las guías no se ajustaban demasiado a nuestro ritmo, el tercer día decidimos salir un poco más tarde para no estar luego de brazos cruzados en el refugio. Sobre las 7:30 salimos hacia el Ras y el Timezguida siguiendo el camino con marcas blancas que remonta un poco más arriba del refugio Neltner y que remonta el precioso valle que da al Tizi n'Ouagane. Al contrario que el día del Toubkal, en esta ocasión hicimos el ascenso y gran parte de la bajada totalmente solos, lo que hizo la jornada aun más espectacular.
Aunque el primer tramo de subida es bastante tendido y entretenido por multitud de arrollos que este año jalonan la parte baja del valle, en cuanto llegamos a los primeros neveros, el camino se endurece notablemente al afrontar la subida al Tizi n'Ougane, más aun por el continuo viento que nos acompañó durante todo el día.
Una vez en el collado afrontamos la cresta de subida con un poco de precaución debido a las fuertes rechas que amenazan con tirarnos al suelo en más de una ocasión. La cresta consiste en dos o tres fáciles trepadas separadas por tramos más horizontales y que nos dejaron al pie de una gran loma desde la que se puede subir directamente al Ras o alcanzar el collado del Timezguida. Nosotros optamos por esta segunda opción, remontando hasta el collado, desde el que una enorme pedrera nos conduce a la gran loma de la cima del Timezguida. Después de un par de fotos enfilamos la bajada al collado para inmediatamente comenzar la subida al Ras, algo más entretenida, para alcanzar al poco rato el collado que separa la cima de la antecima y a donde va a salir una espectacular canal que da acceso al Ras directamente desde el valle y que ya hemos apuntado para una futura subida con nieve.
Desde aquí solo una corta trepada nos separa de la cima del Ras en la que el viento vuelve a pegarnos de lo lindo. Tras un descanso para comer algo y contemplara las vistas del Toubkal comenzamos a bajar directamente hacia la cresta aguantando un viento que por momentos debe alcanzar rachas de 80 km/h.
Al llegar al primer nevero desde el que comenzamos la subida nos dimos cuenta, para nuestro asombro, de que de nuevo nos adelnatábamos al horario establecido, así que, puesto que no teníamos ninguna gana de pasarnos otra tarde mirando el techo de la habitación del refugio y nos encontrábamos incluso mejor que el día anterior, decidimos alargar la ruta subiendo al Tizi n'Ouanoums para echar un vistazo al lago Ifni.
De nuevo vapuleados por el viento, que ya empezaba a tocarnos las narices, llegamos al collado desde el que se puede admirar la impresionante vertiente norte del Toubkal Oeste y una puntita del lago Ifni. Tras un par de fotos, nos bajamos de nuevo al refugio al que, para nuestra desgracia llegamos de nuevo antes de las 14:00.
Por suerte, mientras dábamos buena cuenta de nuestro último trozo de fuet y pan árabe en la terraza del refugio, aparecieron nuestros compañeros de taxi de Bilbao que habían subido por una preciosa ruta que enlaza el refugio de Tazarhart y sus cascadas con el Neltner. Así, de charleta, pasamos lo que nos quedaba hasta la cena.
Para finalizar el día, nos dedicamos a descifrar la retransmisión en árabe del partido contra Alemania ayudados por los gritos de un grupo de canarios que tenían traducción simultanea del guarda del refugio.







A la mañana siguiente nos levantamos sin ninguna prisa y, con la pena de no tener algún día más para seguir subiendo picos, bajamos de nuevo a Imlil donde nos esperaba una buena ración de calor y un tio pesado al que contratamaos el taxi de vuelta y que seguramente nos tangó en el precio pero, a esas alturas y con la paliza que traíamos en el cuerpo, ya no teníamos ni ganas ni ánimo para regatear nada.
Ya en Marrakech, tras una ducha y un poco de tele, nos recorrimos la ciudad de cabo a rabo bajo un sol de justicia, 45 grados a la sombra y sin una triste cerveza que echarse al gaznate, lo que nos dejó con las fuerzas justas para ir a cenar y rematar la joranda metiéndonos para el cuerpo un helado del tamaño de un melón.

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