lunes, 9 de agosto de 2010

Pirineos (I) - Gran Facha

"Después de que David y Manu nos pusieran el plan en bandeja de plata, y tras mucho insistir, los susodichos, Pablo, Eva Gonzalo (reciente incorporación, ya presentada en sociedad) y un servidor nos unimos para subir al Valle de Tena, en los Pirineos de Huesca. Entre el 30 de julio y el 2 de agosto.
Fueron muchas dudas preliminares antes de decidirnos: sobre la dificultad de las rutas, la disponibilidad de los días, el regreso de otras aventuras transpirenaicas, alguna contractura, y también sobre la alimentación y el aprovisionamiento.

El viernes las 14:30 David y Manu arrancan de Madrid.
A las 16:00 -tras el obligado "tetris" con el material y mi querido Saxo- Pablo, Eva (chica menuda y…!menuda mochila¡) y yo les seguimos. El viaje empezó a ser agradable cuando el aire acondicionado empezó a funcionar y el teléfono del trabajo de Eva…dejó de hacerlo.
Entonces, a los tres de las 16:00 nos surgió otra duda: ¿Cuántas cervezas de ventaja nos llevarían Manu y David?
Cerca de las 21:00, ya estábamos todos en el Camping Escarra (en Escarrilla, unos 10 km. antes de Sallent de Gállego). Se supone que era de 1ª categoría, pero con que estuviera limpio nos bastó.
Antes de acostarnos, cena "de supermercado de Madrid" (yyyyyyy sí, Eva, va con mala leche, pero fuiste tú la que se empeñó en que yo redactara esta crónica).

El sábado nos levantamos a una hora prudencial, dejamos las tiendas plantadas, desayunamos en el bar y las 9 y pico pudimos aparcar los vehículos muy cerca del inicio del camino al refugio de Respomuso.
Y aquí otras dudas: ¿Qué material y alimentos subimos y qué dejamos? Yo opto por coger demasiada comida y Pablo por dejar el "piolo". Ambos nos arrepentiremos.

La subida al refugio, de unos 700 metros de desnivel y por camino en "variable pero razonable" buen estado, es una delicia…con mochila para un día.
Son las 12, nos liberamos de buena parte de la carga en las estupendas taquillas, reponemos fuerzas (léase, jarras de medio litro de cerveza) y enfilamos la Gran Facha.

Al principio es un bonito paseo de “sube y baja”, que no nos hace ganar ni un puñetero metro de altura con respecto a los 2.200 del refugio.
Eso sí transcurre en un paisaje idílico con praderas, lagos cristalinos y marmotas. A estas últimas un listillo quiso darles de comer: oportunamente, David me lo impidió.
A medida que, ahora sí, ganamos altura debemos atravesar unos neveros. El estado de la nieve y la huella previa nos permiten salvarlos sin crampones. Cuando el terreno nos lo permite, dejamos de mirar al suelo y nos deleitamos con los intensos azules del hielo sumergido en los ibones.
Alcanzamos el collado de la Gran Facha.
David, con sus cuádriceps tocados y yo, con las fuerzas justas, decidimos quedarnos ahí. Manu, Pablo y Eva dejan los macutos y atacan los 400 metros de desnivel de montaña deshecha. No puedo ocultar mi punto de envidia cochina al ver sus caras al regresar.

A las 19:00 retornamos al refugio.
Cervecita, las 7 y media larga y…¡el agua caliente la cortan las 8! Aquí hay pocas dudas, porque la cena es a las 8 en punto. Sopa de fideos, carne guisada, pan y manzana. Calidad y cantidad acertadas.Mañana madrugamos. Así que, a las 10 al catre.
Y otra duda más: con la cantidad de ronquidos – incluidos, tal vez, los míos-, golpes contra el techo, risas y similares ¿cómo puede afirmar algún miembro el grupo que durmió profundamente hasta no saber dónde estaba al despertar?





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